Il 25 maggio si celebra la “Giornata dell’Africa”, in occasione dell’anniversario della fondazione dell’Unione africana il 25 Maggio 1963.
In questa occasione proponiamo una breve riflessione di Miguel Aranguren, scrittore e membro del Comitato Culturale di Harambee.

La juventud de África –contemplada como Continente, más allá de los focos culturales y de poder situados en la franja norte, referentes del mundo antiguo- se presenta como la mayor esperanza ante el futuro. Aunque desde Occidente se sigan valorando aquellas tierras indómitas como fuente de materias primas, parece evidente que su fuerza está en la población africana, generosamente renovada generación tras generación.

África necesita –quién se atreve a negarlo- la colaboración del resto del mundo para sanar tantas heridas de la que no es culpable. Me refiero a la corrupción de sus gobiernos, muro ante el que se chocan tantas iniciativas privadas en beneficio de los más necesitados. Me refiero al terrorismo y la violencia, luctuosa barbarie. Me refiero a las enfermedades fácilmente evitables y aquellas que se convierten en epidemia. Me refiero al hambre y a la sed en un planeta capaz de darnos de comer y de beber a todos. Me refiero a los desplazados y a los refugiados. Me refiero a aquellos que emigran a Europa para –en tantas ocasiones- perecer en el viaje.

Harambee resume a la perfección lo que África precisa: la unión de todos, la confianza en un proyecto común. A través de la formación intelectual y la capacitación profesional, se termina el paternalismo y la dependencia, ya que es el africano quien identifica sus necesidades y pone las herramientas (que no es tanto el dinero como el ímpetu por contagiar a los suyos que se puede aspirar a una vida familiar digna) para que mejoren el entorno, las relaciones humanas y el bienestar.